En mi cabeza.
Cortometrajes de tus grandes ojos
inundados por la locura,
perdido en un gran abismo.
Y mis besos,
esos besos que llovían en tus mejillas
mientras te quejabas de tanto amor disimulado
y esa sonrisa que te invadía sin querer.
Deseé que te quedaras pero tú
ya habías decidido marcharte hace mucho.
Vivo con la fantasía de girar la esquina y encontrarte allí
tomando el sol o fumando un cigarrillo. Nunca estás.
A veces intento recordar tu voz
y ni el silencio más quieto me la devuelve.
El final, ruido estremecedor de unos railes,
una compuerta metálica que cae como guillotina.
Una caja ardiendo en llamas.